VIOLENCIA, DEPORTE Y CULTURA JUVENIL
Dr. Christian A. Ungaro Gutièrrez
Maestro de Esgrima y Psicologo Deportivo
Las pandillas juveniles asociadas a bandas urbanas organizadas surgen como espacios ideales para el reclutamiento de aquellos que buscan afiliación, estatus y reconocimiento. Los espectáculos deportivos y los espacios asignados a las barras por los clubes deportivos, representan pequeños “mundillos” del narcotráfico, sicariato y enfrentamiento entre jóvenes, cual triste reflejo de la guerra interna que nuestra sociedad no termina de erradicar. (Recordemos que por ejemplo en el caso de Lima, por su situación de ciudad capital y por su nivel de vida, aún es vista por inmigrantes y desplazados como tierra de oportunidad para salir de la pobreza, sueño que muchas veces no llega a concretarse. Esto conlleva a un aumento del número de pobladores marginados, problema que unido al del consumo droga, los paros, la inseguridad ciudadana, y otros, explican las frustraciones que desatan las oleadas de violencia con los que estos grupos actúan).
Sin embargo esta apreciación preliminar no es por sí misma suficiente cuando se trata de analizar la aparición de estos fenómenos en otras clases sociales que no comparten los mismos antecedentes. La desintegración de la unidad familiar, vinculada a los cambios culturales globalizados que se experimentan cotidianamente nos arrastra a veces despiadadamente a cubrir más necesidades, sin medir el efecto nocivo que estas conductas conllevan, puesto que amenazan los espacios de cohesión social y emocional de las personas.
factor causal, si hablamos de las oportunidades de participación ciudadana de los jóvenes, radica en que en el Perú, la mayor parte de la población, no se siente afianzada en la educación y cultura nacional. En pocas palabras, no existen lazos de identificación social: lo más parecido es la relación que se establece con el barrio, la cuadra o el equipo deportivo, vínculo compartido desde la infancia o adolescencia. Así la cultura juvenil no solo estaría dada por las identidades de pertenencia grupales, la clase social, lo urbano y lo rural, las relaciones de género, los valores simbólicos, si no también marcada por el exceso de individualismo, el futuro a corto plazo, la apatía, la desconfianza y la consecuente distancia frente a las instituciones como es incluso la escuela. En ese sentido, los deportes populares recogen las demandas de agrupaciones y colectivos juveniles, que se desconocen entre sí y compiten por los mismos beneficios y recursos. Las esvásticas y los nombres de las barras, representan a la marginalidad, inequidades, frustraciones, desesperanzas, entre otros sentimientos conflictivos. Las grescas entre grupos rivales (o barras), son espacios que facilitan el desarrollo de conductas antisociales. La violencia derivada del deporte, la intolerancia y la gran capacidad de destrucción, sea hacia otras personas o contra la propiedad privada se expresan con suma naturalidad.
La promoción social de la juventud, nos plantea a aquellos que trabajamos con jóvenes y niños, el reto de contribuir desde la practica deportiva, con la vinculación y participación activa de esta población en la vida económica, cultural, ambiental, política y social del país. Es nuestra obligación implementar proyectos específicos que contribuyan a la consolidación de las organizaciones juveniles, desde su formación hasta la participación y proyección comunitaria, así como promover la cultura, su diversidad y autonomía para crearla, desarrollarla, difundirla como expresión de las identidades, modos de sentir, pensar, actuar, visiones e intereses de los jóvenes. El deporte brinda estas oportunidades, sin embargo… ¿como enseñar estos valores si no tenemos EDUCACIÓN FÍSICA?